domingo, 14 de abril de 2013

Una añorada intimidad de lo cotidiano - Entrevista a Jean-Gérard Sidaner




Una añorada intimidad de lo cotidiano

Entrevista a Jean-Gérard Sidaner

Ricardo Ariza


¿Qué es para ti la foto de desnudo?

Un momento de gozo, de alegría. Amo a las mujeres, todas, de todas las edades, de todos los colores, de donde vengan, vestidas o desvestidas. Disfruto retratarlas en su entorno natural, que se vean atrevidas y seductoras, seguras de sí mismas.

¿Qué artistas te han influenciado?

Muchísimos, quería ser esponja, entender cómo se les ocurrió tanta belleza e ingenio, tanta humanidad. Hurté a Nadar, Cameron, Belloc, Kertész, Brandt, Penn, Newton, Clergue, Saudek, Sieff, Ava Vargas y muchos otros, todos los que encontraba y seguramente hurtaré los que me falta por encontrar.

¿Cuál es tu formación como fotógrafo?

Ninguna. Ni puedo decir que soy autodidacta, porque no descubrí nada. Tuve la suerte de tener amigos que compartían su saber, fotógrafos, cineastas, pintores, críticos. Hojeé muchos libros y revistas. Escuché consejos.

También tienes un importante registro sobre temas de hábitat, medio ambiente y ecología… ¿Podrías hablarnos de eso?

Por una afortunada desventura, me quedé sin dinero en México en 1973 y busqué cómo resarcirme. Encontré trabajo como fotógrafo. Un día, un amigo me pidió suplirlo para un encargo de fotos aéreas de viviendas del Distrito Federal. Hace 40 años, el sector público no llamaba la atención a casi ningún fotógrafo. Solamente algunos, por tradición familiar, cubrían los actos públicos, eran los historiógrafos gráficos de la vida política. Descubrí que el sector público podía ser muy interesante por la gran variedad de temas, un terreno virgen con mucha libertad de expresión para retratar el impacto social de la obra pública. Se volvió mi modus vivendi. Mi entusiasmo por México creció, no ha disminuido, lo he recorrido de extremos a extremos, todavía me falta mucho por conocer porque vive un proceso permanente de transformación.

¿Cómo describirías tu trabajo?

Soy un “voyeur” exultante. Disfruto con intensidad lo que veo, la luz, los colores, las formas, los sentimientos que percibo, que sea un paisaje, una obra del hombre, una mujer desnuda. Por extrema timidez, soy un desastre en la expresión oral pública, no soy ocurrente. La foto es mi verdadera voz.

¿Qué proyectos desarrollas actualmente?

Me inquieta mucho el retrato tomado a distancia, de computadora a computadora, una forma de comunicación que jóvenes y no tan jóvenes usan hoy en día. La modelo ve en su pantalla la foto que tomas y puede interactuar contigo. Al mismo tiempo, la calidad técnica es muy aleatoria. Quisiera hacer un mural con centenares de desnudos juntos, de mujeres de todas partes del mundo para captar este revuelo festivo. Corran la voz, por favor.

¿Cómo describes lo que llamas “una añorada intimidad de lo cotidiano”?

Cuando te enamoras, lo erótico es parte de cada momento, es esencia de tu vida. No solamente en la cama, desayunas, te bañas, lavas trastes, vas a la playa, juegas, estudias, ves televisión, desnudo o casi desnudo. Vives en el Edén, el que dizque se perdió. No se perdió, pero vienen los años y te tapas, te cobijas, desconfías, te avergüenzas, pierdes el apetito del gozo erótico porque nunca miras a tu pareja, ni la ves siquiera, ni ella se fija en ti. Añoro esta intimidad de los primeros momentos, este erotismo en cada momento de tu día.

¿Cuál es la anécdota más significativa que guardas en tu experiencia como fotógrafo de desnudo?

Al principio de los setenta, trabajé ocho meses como asistente de Orson Welles. El equipo de trabajo era muy reducido, unos cinco personas. Cada plano requería una muy larga preparación. Un día, cuando él ajusta la iluminación de un supuesto taller de Picasso, la actriz que actuaba en este momento el papel de una modelo desnuda pidió hacer una pausa. Llevaba dos horas trepada sobre un banco. Como yo tenía un color de piel parecido y una complexión más delgada que mis compañeros, Welles me ordenó desvestirme y reemplazarla sobre el banco para no perder tiempo. Desde aquel día, tengo mucho respeto para mis modelos. No fue tan cómodo posar “encuerado” –aun siendo todos amigos– durante las dos largas horas más que fueron necesarias para afinar este plano.

¿Qué le dirías a un joven fotógrafo de desnudos, a alguien quien comienza su carrera?

Además del respeto que se debe a las modelos, Welles me enseñó la importancia de la autocrítica. Uno mismo debe ser el juez más intransigente de su trabajo. Nada de complacencia, nada de presumir sus fallas, sus flaquezas. Es una cuestión de pudor. Después de una primera selección, las fotos malas deben ser destruidas. Es primordial escuchar las críticas con atención. Una crítica negativa es la señal que no lograste comunicar tu mensaje con todos. No significa renunciar a tus metas, sino trabajar más, mucho más. En el desnudo, lo “porno” no es el tema de por sí, sino que es una falla en la habilidad del fotógrafo. Todo, absolutamente todo, puede dar pie a una buena foto.


Jean-Gérard Sidaner

Residente en México desde 1973, participó para el sector público en la ilustración de cuarenta y cinco publicaciones sobre temas de hábitat, de medio ambiente y de ecología, de los cuales en treinta y tres de ellos como único fotógrafo invitado.
Paralelamente, fue encargado de investigaciones iconográficas en numerosos museos de Europa y América para obras históricas sobre México.
La foto de desnudo, lo que en un principio fue un simple hobby, se convirtió en la búsqueda de una añorada intimidad de lo cotidiano.

Exposiciones individuales:
1989, Ciudad de México; 1990, Acapulco; 1992, Nueva York, Toronto, San Antonio; 1993, Nueva York; 1994, Bruselas; 2004, Pachuca; 2007, Clermont-Ferrand; 2008, Martel, Brive-la-Gaillarde.

Exposiciones colectivas:
2006, Pachuca; 2007, Ciudad de México; 2008, Miami, Montreal, Berlín; 2012 México.


































No hay comentarios:

Publicar un comentario