La escritura del ángel femenino
Entrevista con
Ángeles Mastretta
Ricardo Venegas
Novelista de trayectoria consumada, Ángeles Mastretta es
una autora que aborda en sus obras el lugar que ocupa la mujer en su sociedad y
en su tiempo. Con motivo de la presentación del volumen 20 años por todas las
mujeres (Gato Pardo, 2012), organizada por la Secretaría de Cultura de Morelos,
fue posible abordar a la autora de Arráncame la vida (1985) y Mal de amores
(1996), entre otros títulos, en algún lugar de la “eterna primavera”.
¿Cuál es tu apreciación del lugar de las mujeres en México, un tema que tratas obsesivamente
en tu obra?
Creo que las cosas han cambiado porque ya se nombran, no
necesariamente porque estén mejor, pero al nombrar las desgracias (estoy segura
de que había muchas mujeres violadas cuando yo era niña, pero no se decía, y
mucho menos se denunciaba), estoy segura de que mucha gente hace 30 años
abortaba clandestinamente, el hecho de
que eso se hable ahora cambia las cosas.
¿Cómo observas el machismo literario? Hay mucha
literatura escrita sobre todo por varones…
Eso era lógico, sabes, las mujeres tuvieron hasta hace
poco escasas oportunidades de expresarse. En la época de Jane Austen, la
escritora inglesa, que escribió Orgullo y prejuicio en 1795; nadie –de ellas-
firmaba sus libros, la propia Jane no los firmaba, lo hacía como “by Lady”,
hasta después se supo que era ella. No era bien visto que las mujeres hablaran
en público. Esto pasaba hace 200 años, todavía hace 100, y en muchos sentidos
hace 50. Esto de que la literatura
femenina se volvió un “fenómeno” no es tal cosa, se supo, se habló y tiene el
mismo derecho a decir que lo escribió, a escribirlo y a disfrutar de los
lectores que tienen los otros; a mí me ha tocado el privilegio de vivir una
época en la que tenemos como escritoras
hasta más privilegios –somos tantas- porque tenemos mucho qué decir.
¿Qué lugar ocupa esta literatura?
Ocupa el mismo lugar que la literatura masculina. Antes
decía que no había literatura de género. Balzac y Flaubert escribieron sobre sábanas y juegos de té y eran
hombres. Las mujeres pueden escribir sobre política y sobre guerra, pero, yo
decía que no había ninguna diferencia, y
ahora he matizado mi postura y sí hay un modo distinto de mirar muchas veces,
hay cosas que contamos mejor nosotras, seguramente hay cosas que cuentan mejor
los hombres.
¿Nos falta mucho para llegar a una nivelación, quizá un
contrapeso?
Lo que creo es que esto está cambiando en todas partes,
en todas las profesiones, hay más enfermeras, más doctoras, más abogadas, habrá
más escritoras mientras haya más mujeres
en todo lo demás.
¿Ha influido la proyección de los medios masivos sobre la
figura de la mujer?
Depende de qué medios. La tele sigue empeñada en que no
haya en las telenovelas mujeres feas. Más que si son pobres o malas, sigue
empeñada en que sus actrices sean de mucha inyección para que la cara les duela
y pierdan expresión, hay ideas muy
tradicionales de lo que es una mujer y de qué papel juega, ahí todavía estamos
perdidos. En los medios impresos no tanto, y en la literatura no tanto. Si eres hombre o mujer de 25 años tienes
exactamente la misma posibilidad de que te publiquen, o de que no.
Sin embargo no tienen el mismo lugar el hombre y la mujer
en la literatura…
Para empezar, en la historia de la literatura no lo
tienen porque no estaban, la mejor escritora que ha habido en México es sor Juana, Amado Nervo la reivindicó en
1910; antes, a pesar de lo célebre y reconocida y querida que había sido en su
época, desapareció en 1800. Lo crucial, como una parte de la educación
espiritual y de formas que fue para mí, no necesariamente lo fue para los
escritores del XVIII, no escucho a los escritores del XIX hablar de sor Juana
como de una escritora excepcional, casi te diría que desapareció hasta que se
recuperó en el siguiente siglo. En esa
historia la que predomina es una mujer, y por más sabios que haya habido, sigue
siendo la mejor. Creo que no debería existir esa rivalidad. El Gabo podría ser
mujer, pero fue hombre… no importa.
Escritores o no, todos provenimos de una mujer…
Exactamente, las mujeres aprendimos a estar contentas con
nosotras mismas, no necesariamente gracias a la aprobación de los hombres. Como
escritora, por ejemplo, tengo más lectoras que lectores hombres. Antes me
parecía cercano a una catástrofe el no tener tantos lectores hombres como
mujeres lectoras. Ahora ya entendí que
las que mejor me entienden y se sienten acompañadas, que es de lo que se trata
escribir, son mujeres, aunque no soy una
adorada por la crítica, y menos por la que escriben los hombres, de ahí saco la
disciplina.
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