Duroville, EE.UU.
Ocumicho II
Photo: José Omar Ornelas
Por Nicole C. Brambila
OCUMICHO, MÉXICO. Los indios Purépechas llaman al
desvencijado parque de casas rodantes al sur de California, Ocumicho II.
En Ocumicho, todo mundo conoce a alguien en Duroville, el
parque indígena de casas móviles en mal estado, al que un juez federal amenazó
con negarle servicios de salud y seguridad, el cual funciona con aguas residuales
sin tratar a cielo abierto.
"El gobierno no nos ayuda", dice Amador Cruz
Rosas, un residente de Ocumicho, que trabajó en los EE.UU., y quien tiene una
hija en Duroville. "No había dinero. Un montón de gente va en busca de una
vida allá, porque aquí no hay trabajo".
En tanto que académicos y legisladores sopesan la
seguridad fronteriza y la dependencia de Estados Unidos en cuanto a mano de
obra barata, el debate oscurece las políticas de inmigración que ignoran la
interdependencia en las comunidades -como Ocumicho y Duroville- en ambos lados
de la frontera.
El trabajo que buscan es típicamente en los sectores que
han sido golpeados por la débil economía de los EE.UU., -construcción, hotelería,
agricultura-. Los datos económicos indican que la recesión global ha afectado a
los residentes de Duroville más fuertemente que a los de otras comunidades del
Valle de Coachella. Aunque las cifras de desempleo en Estados Unidos poco a
poco se van recuperando, el desempleo cerca de Duroville persiste en casi un 25
por ciento.
Esto puede afectar a los inmigrantes al enviar dinero a
casa. Y no es de extrañar, las remesas se han reducido aproximadamente en un 20
por ciento, según datos del Banco Central de México. En segundo lugar solamente
en relación a las exportaciones de petróleo de México, las remesas generan
cerca de 25 mil millones de dólares.
Seducidos por la promesa de una vida mejor, los
inmigrantes trabajan con frecuencia mal remunerados y quedan atrapados en el
ciclo de la pobreza, con demasiada frecuencia a causa de su condición jurídica
y las barreras del idioma. Cerca de 100 familias purépechas viven en la miseria
en Duroville, a poca distancia de las casas opulentas de ex presidentes de
Estados Unidos, magnates, acaudalados empresarios, filántropos y estrellas de
cine.
Los inmigrantes ganan más trabajando en los Estados
Unidos que en Ocumicho -algunos estiman que su salario de un año se puede hacer
en un mes-. Sin embargo, el alto costo de vida en los EE.UU. representa poco a sus
ingresos totales.
"Ellos sacrifican mucho aquí", dice Sergio
Carranza, fundador y director ejecutivo de Pueblo Unido, una organización de desarrollo
comunitario formado en 2008 que aborda las necesidades de los inmigrantes en
comunidades como Duroville. "Ellos tratan de minimizar los gastos para un
día volver a México".
Para salir adelante en una zona adinerada de escasos recursos
para los pobres, muchas familias viven duplicadas en hogares hacinados, con
piso de tierra, cableados eléctricos amañados, y de agua potable contaminada
con arsénico. Sin embargo, funcionarios de la ciudad de Ocumicho estiman que los
inmigrantes purépechas enviaron aproximadamente un millón de dólares a sus hogares
en 2007. Ese dinero ha construido carreteras, escuelas y casas al estilo del
sueño americano, que se sienten vacías esperando que vuelvan las familias que
se labran una vida al norte de la frontera.
"Así es como sobrevivimos", señala Gustavo
González Medina, ex alcalde de Ocumicho, en relación a las remesas enviadas a
México. "Si ese dinero se detiene, no vamos a sobrevivir".
“Gracias a Dios yo
no vivía en Duros”
Las agroindustrias estadunidenses dependen de estos
trabajadores. Y comunidades como Ocumicho necesitan las remesas que envían a
casa.
No todo el mundo quiere vivir en el Norte. Y
especialmente no en Duroville, un barrio deforestado de 40 acres que se
encuentra al lado de un vertedero tóxico. El parque repetidamente ha acaparado
los titulares nacionales por sus condiciones de barrio insalubre.
Si un juez federal cerrara el parque sin tener en cuenta a
los residentes que viven en Duroville, se tendrían a miles de personas sin
hogar causando un desastre económico estimado en 40 millones de dólares, de
acuerdo con funcionarios del condado de Riverside.
Durante el apogeo de la cosecha de la uva, el parque de
casas móviles en la reserva indígena Torres-Martínez alcanza aproximadamente
6.000 trabajadores del campo y sus familias.
Alrededor de 2 mil quinientos indios purépechas viven en
Ocumicho, un pueblo rural en las montañas a dos horas de Morelia, la capital
del Estado de Michoacán.
Son famosos por su habilidad artística, particularmente
en el uso de la arcilla, mismo que se remonta hasta sus orígenes precolombinos.
El trabajo tradicional de las mujeres, de figuras arraigadas en el realismo
mágico, se ha hecho famoso por Marcelino Vicente, un artesano
gay, quien creó figuras decorativas humorísticas, que hoy
son coleccionadas en Europa y en Estados Unidos. Sin embargo, una vez en los
EE.UU., los purépechas abandonan su trabajo artesanal para inclinarse por la
cosecha, y por la oferta que los estadunidenses ponen sobre la mesa, por lo que
ganan 8 dólares la hora recogiendo uvas, lechuga y cítricos. Mayormente
incultos y pobres, estos trabajadores latinos son la columna vertebral de los casi
500 millones de dólares de la agroindustria del Valle de Coachella.
"Mano de obra
barata y explotable”
Las colinas en las afueras de Ocumicho están salpicadas
de tocones de árboles, el último vestigio de un bosque prístino una vez.
De acuerdo con funcionarios mexicanos, cerca de 40 mil
michoacanos emigran cada año. Para casi la mitad su destino es California. La
mayoría de quienes emigran contactan con familiares que ya han emigrado, un
tercio de ellos no tiene documentos, dicen los funcionarios de Ocumicho.
Los indios purépechas son un pueblo indígena que hoy en
día suman alrededor de 100 mil en todo Michoacán. Ellos tienen la particularidad
de no haber sido conquistados por el Imperio Azteca, a pesar de varios
intentos. Pero la deforestación ha hecho lo que no han podido los conquistadores:
ahora son un pueblo disperso.
Más de 750 indios purépechas trabajan en los bolsillos
agrícolas de California a Florida y Pensilvania. Ellos han estado emigrando
hacia el norte desde la década de 1990, cuando terminó la deforestación
maderera y su sustento.
Los antropólogos creen que la lengua y la cultura de los
purépechas - que significa "la migración y las alianzas" o
"gente común" - se encuentran al borde de la extinción.
La emigración hacia el Norte ha cambiado el paisaje,
donde chocan las costumbres tradicionales con una cultura importada
distintivamente americana, con sus marcas de diseño y comida rápida. Los
automóviles con placas de California llenan las estrechas y polvorientas calles
que zigzaguean a través de este pueblo, donde los caballos todavía se utilizan
para transportar la madera. Los adolescentes usan teléfonos celulares colgados
sobre sus caderas, mientras que muchas de las mujeres mayores siguen vistiendo
el traje colorido y tradicional de Ocumicho. Litros de Coca-Cola en mesas
rústicas en torno a una comida familiar de tortillas caseras hechas en una
estufa de leña.
Las oportunidades
aquí son pocas
"Debido a la falta de educación, la idea es terminar
aquí tan pronto como sea posible para ir al norte", dice María Elena
Domínguez, directora de la escuela. "La preparatoria está aquí para
cambiar esa visión”.
"La mentalidad está cambiando. Antes decían: “¿Por
qué voy a enviar a mi hijo a la escuela?, si va a los campos no necesita
escribir."
La educación aquí no es vista como una forma de salir de la
pobreza. Ocumicho no tenía ni siquiera una escuela preparatoria hasta 2008. En
cambio, es mucho más común que los niños abandonen la escuela y se casen, a
menudo tan jóvenes como de 12 años.
"Parte de lo que ha impulsado la continua migración,
por la que los Estados Unidos han sido adictos por unos 100 años, es la mano de
obra barata y explotable", señala Juan Lujan, un historiador y profesor de
la California State San Bernardino. "Es evidente que existe esta
interconexión. Creo que la mayoría de los estadunidenses no comprende la
relación con México para con nuestra fuerza laboral".
“La experiencia
americana es simplemente triste”
Cerca de 11 millones de inmigrantes indocumentados viven
en EE.UU. temerosos a las redadas y deportaciones. El presidente Barack Obama
entró a la Casa Blanca prometiendo una reforma radical de las políticas de
inmigración de Estados Unidos que todavía no se materializa. Un muy dividido
Congreso de los EE.UU. ha obstaculizado la reforma a pesar del reconocimiento
de los líderes de ambos partidos de que el sistema está fallando.
La administración de Obama tomó la medida excepcional de
anunciar que ya no serían deportados los inmigrantes indocumentados que
cumplieran con ciertos requisitos. Sólo los inmigrantes indocumentados menores
de 30 años que han vivido en los EE.UU. por lo menos cinco años, no tener
antecedentes penales, o bien que asisten o han recibido un diploma de
calificaciones de una escuela preparatoria. El cambio de política mantiene la
esperanza de un camino hacia la ciudadanía para los jóvenes, pero dada la
situación de residencia mixta de muchas familias de inmigrantes, la nueva política
de deportación aún podría significar dividir a las familias.
“La incertidumbre
parece ser la única constante”
En los meses previos a la decisión de demoler Duroville,
los residentes de Ocumicho estaban preocupados por lo que el fallo pudiera
significar para sus miembros de la familia a través de la frontera.
"Sería un gran desastre porque no hay empleo si se
cierra la frontera", sostiene Irma Cerano Ochoa, una residente de Ocumicho
que visitó Duroville en 2006.
La Oficina de Asuntos Indígenas ha tratado de cerrar el
parque desde 2003. El antiguo juez de de Distrito de EE.UU., Stephen G. Larson, dictaminó que Duroville debía permanecer
abierto hasta que hubiera otra vivienda disponible. Esa alternativa se suponía
que era la de Mountain View Estates, una comunidad de casas móviles nuevas con
pasto, calles y cunetas y un parque para que jueguen los niños, pero el
financiamiento estatal ha retrasado el traslado y truncó las esperanzas de
muchos de los residentes de Duroville.
El fallo de una corte federal en el 2008 se produjo
después de que Larson, flanqueado por los Marshals de Estados Unidos,
fuertemente armados, hizo un recorrido a pie sin precedentes en Duroville para
ver las condiciones de vida. En su informe, Larson elocuentemente resumió las
realidades espinosas de los residentes de Duroville.
"No es ni cercanamente seguro ni saludable como
quisiéramos que fuera; es, sin embargo, el hogar de una comunidad de personas
que son pobres, sin educación, sin derechos, y, en muchos aspectos, explotados",
escribió Larson en su informe.
"A pesar de estas desventajas, basados en la
evidencia del juicio, estas mismas personas son una comunidad honesta, trabajadora,
orgullosa, colorida y son una comunidad orientada hacia la familia…”
"Algunos son indocumentados, algunos son extranjeros
residentes, y algunos son ciudadanos de Estados Unidos; esta complicada
combinación de estatus sitúa a muchos de los habitantes del parque en la incongruente
encrucijada de nuestra nación, respecto a las políticas agrícolas y de
inmigración; por un lado argumentan que los trabajadores indocumentados carecen
de
estatus legal, mientras que al mismo tiempo predican la
eficiencia económica de una industria agrícola, a costa de su duro trabajo".