sábado, 9 de marzo de 2013



Duroville, EE.UU.

Ocumicho II




Photo: José Omar Ornelas





Por Nicole C. Brambila

OCUMICHO, MÉXICO. Los indios Purépechas llaman al desvencijado parque de casas rodantes al sur de California, Ocumicho II.

En Ocumicho, todo mundo conoce a alguien en Duroville, el parque indígena de casas móviles en mal estado, al que un juez federal amenazó con negarle servicios de salud y seguridad, el cual funciona con aguas residuales sin tratar a cielo abierto.

"El gobierno no nos ayuda", dice Amador Cruz Rosas, un residente de Ocumicho, que trabajó en los EE.UU., y quien tiene una hija en Duroville. "No había dinero. Un montón de gente va en busca de una vida allá, porque aquí no hay trabajo".

En tanto que académicos y legisladores sopesan la seguridad fronteriza y la dependencia de Estados Unidos en cuanto a mano de obra barata, el debate oscurece las políticas de inmigración que ignoran la interdependencia en las comunidades -como Ocumicho y Duroville- en ambos lados de la frontera.

El trabajo que buscan es típicamente en los sectores que han sido golpeados por la débil economía de los EE.UU., -construcción, hotelería, agricultura-. Los datos económicos indican que la recesión global ha afectado a los residentes de Duroville más fuertemente que a los de otras comunidades del Valle de Coachella. Aunque las cifras de desempleo en Estados Unidos poco a poco se van recuperando, el desempleo cerca de Duroville persiste en casi un 25 por ciento.

Esto puede afectar a los inmigrantes al enviar dinero a casa. Y no es de extrañar, las remesas se han reducido aproximadamente en un 20 por ciento, según datos del Banco Central de México. En segundo lugar solamente en relación a las exportaciones de petróleo de México, las remesas generan cerca de 25 mil millones de dólares.

Seducidos por la promesa de una vida mejor, los inmigrantes trabajan con frecuencia mal remunerados y quedan atrapados en el ciclo de la pobreza, con demasiada frecuencia a causa de su condición jurídica y las barreras del idioma. Cerca de 100 familias purépechas viven en la miseria en Duroville, a poca distancia de las casas opulentas de ex presidentes de Estados Unidos, magnates, acaudalados empresarios, filántropos y estrellas de cine.




Los inmigrantes ganan más trabajando en los Estados Unidos que en Ocumicho -algunos estiman que su salario de un año se puede hacer en un mes-. Sin embargo, el alto costo de vida en los EE.UU. representa poco a sus ingresos totales.

"Ellos sacrifican mucho aquí", dice Sergio Carranza, fundador y director ejecutivo de Pueblo Unido, una organización de desarrollo comunitario formado en 2008 que aborda las necesidades de los inmigrantes en comunidades como Duroville. "Ellos tratan de minimizar los gastos para un día volver a México".

Para salir adelante en una zona adinerada de escasos recursos para los pobres, muchas familias viven duplicadas en hogares hacinados, con piso de tierra, cableados eléctricos amañados, y de agua potable contaminada con arsénico. Sin embargo, funcionarios de la ciudad de Ocumicho estiman que los inmigrantes purépechas enviaron aproximadamente un millón de dólares a sus hogares en 2007. Ese dinero ha construido carreteras, escuelas y casas al estilo del sueño americano, que se sienten vacías esperando que vuelvan las familias que se labran una vida al norte de la frontera.




"Así es como sobrevivimos", señala Gustavo González Medina, ex alcalde de Ocumicho, en relación a las remesas enviadas a México. "Si ese dinero se detiene, no vamos a sobrevivir".

“Gracias a Dios yo no vivía en Duros”

Las agroindustrias estadunidenses dependen de estos trabajadores. Y comunidades como Ocumicho necesitan las remesas que envían a casa.

No todo el mundo quiere vivir en el Norte. Y especialmente no en Duroville, un barrio deforestado de 40 acres que se encuentra al lado de un vertedero tóxico. El parque repetidamente ha acaparado los titulares nacionales por sus condiciones de barrio insalubre.
Si un juez federal cerrara el parque sin tener en cuenta a los residentes que viven en Duroville, se tendrían a miles de personas sin hogar causando un desastre económico estimado en 40 millones de dólares, de acuerdo con funcionarios del condado de Riverside.




Durante el apogeo de la cosecha de la uva, el parque de casas móviles en la reserva indígena Torres-Martínez alcanza aproximadamente 6.000 trabajadores del campo y sus familias.

Alrededor de 2 mil quinientos indios purépechas viven en Ocumicho, un pueblo rural en las montañas a dos horas de Morelia, la capital del Estado de Michoacán.

Son famosos por su habilidad artística, particularmente en el uso de la arcilla, mismo que se remonta hasta sus orígenes precolombinos. El trabajo tradicional de las mujeres, de figuras arraigadas en el realismo mágico, se ha hecho famoso por Marcelino Vicente, un artesano   
gay, quien creó figuras decorativas humorísticas, que hoy son coleccionadas en Europa y en Estados Unidos. Sin embargo, una vez en los EE.UU., los purépechas abandonan su trabajo artesanal para inclinarse por la cosecha, y por la oferta que los estadunidenses ponen sobre la mesa, por lo que ganan 8 dólares la hora recogiendo uvas, lechuga y cítricos. Mayormente incultos y pobres, estos trabajadores latinos son la columna vertebral de los casi 500 millones de dólares de la agroindustria del Valle de Coachella.


"Mano de obra barata y explotable”

Las colinas en las afueras de Ocumicho están salpicadas de tocones de árboles, el último vestigio de un bosque prístino una vez.




De acuerdo con funcionarios mexicanos, cerca de 40 mil michoacanos emigran cada año. Para casi la mitad su destino es California. La mayoría de quienes emigran contactan con familiares que ya han emigrado, un tercio de ellos no tiene documentos, dicen los funcionarios de Ocumicho.

Los indios purépechas son un pueblo indígena que hoy en día suman alrededor de 100 mil en todo Michoacán. Ellos tienen la particularidad de no haber sido conquistados por el Imperio Azteca, a pesar de varios intentos. Pero la deforestación ha hecho lo que no han podido los conquistadores: ahora son un pueblo disperso.

Más de 750 indios purépechas trabajan en los bolsillos agrícolas de California a Florida y Pensilvania. Ellos han estado emigrando hacia el norte desde la década de 1990, cuando terminó la deforestación maderera y su sustento.

Los antropólogos creen que la lengua y la cultura de los purépechas - que significa "la migración y las alianzas" o "gente común" - se encuentran al borde de la extinción.

La emigración hacia el Norte ha cambiado el paisaje, donde chocan las costumbres tradicionales con una cultura importada distintivamente americana, con sus marcas de diseño y comida rápida. Los automóviles con placas de California llenan las estrechas y polvorientas calles que zigzaguean a través de este pueblo, donde los caballos todavía se utilizan para transportar la madera. Los adolescentes usan teléfonos celulares colgados sobre sus caderas, mientras que muchas de las mujeres mayores siguen vistiendo el traje colorido y tradicional de Ocumicho. Litros de Coca-Cola en mesas rústicas en torno a una comida familiar de tortillas caseras hechas en una estufa de leña.





Las oportunidades aquí son pocas

"Debido a la falta de educación, la idea es terminar aquí tan pronto como sea posible para ir al norte", dice María Elena Domínguez, directora de la escuela. "La preparatoria está aquí para cambiar esa visión”.

"La mentalidad está cambiando. Antes decían: “¿Por qué voy a enviar a mi hijo a la escuela?, si va a los campos no necesita escribir."

La educación aquí no es vista como una forma de salir de la pobreza. Ocumicho no tenía ni siquiera una escuela preparatoria hasta 2008. En cambio, es mucho más común que los niños abandonen la escuela y se casen, a menudo tan jóvenes como de 12 años.

"Parte de lo que ha impulsado la continua migración, por la que los Estados Unidos han sido adictos por unos 100 años, es la mano de obra barata y explotable", señala Juan Lujan, un historiador y profesor de la California State San Bernardino. "Es evidente que existe esta interconexión. Creo que la mayoría de los estadunidenses no comprende la relación con México para con nuestra fuerza laboral".

“La experiencia americana es simplemente triste”

Cerca de 11 millones de inmigrantes indocumentados viven en EE.UU. temerosos a las redadas y deportaciones. El presidente Barack Obama entró a la Casa Blanca prometiendo una reforma radical de las políticas de inmigración de Estados Unidos que todavía no se materializa. Un muy dividido Congreso de los EE.UU. ha obstaculizado la reforma a pesar del reconocimiento de los líderes de ambos partidos de que el sistema está fallando.

La administración de Obama tomó la medida excepcional de anunciar que ya no serían deportados los inmigrantes indocumentados que cumplieran con ciertos requisitos. Sólo los inmigrantes indocumentados menores de 30 años que han vivido en los EE.UU. por lo menos cinco años, no tener antecedentes penales, o bien que asisten o han recibido un diploma de calificaciones de una escuela preparatoria. El cambio de política mantiene la esperanza de un camino hacia la ciudadanía para los jóvenes, pero dada la situación de residencia mixta de muchas familias de inmigrantes, la nueva política de deportación aún podría significar dividir a las familias.





“La incertidumbre parece ser la única constante”

En los meses previos a la decisión de demoler Duroville, los residentes de Ocumicho estaban preocupados por lo que el fallo pudiera significar para sus miembros de la familia a través de la frontera.

"Sería un gran desastre porque no hay empleo si se cierra la frontera", sostiene Irma Cerano Ochoa, una residente de Ocumicho que visitó Duroville en 2006.

La Oficina de Asuntos Indígenas ha tratado de cerrar el parque desde 2003. El antiguo juez de de Distrito de EE.UU.,  Stephen G. Larson,  dictaminó que Duroville debía permanecer abierto hasta que hubiera otra vivienda disponible. Esa alternativa se suponía que era la de Mountain View Estates, una comunidad de casas móviles nuevas con pasto, calles y cunetas y un parque para que jueguen los niños, pero el financiamiento estatal ha retrasado el traslado y truncó las esperanzas de muchos de los residentes de Duroville.

El fallo de una corte federal en el 2008 se produjo después de que Larson, flanqueado por los Marshals de Estados Unidos, fuertemente armados, hizo un recorrido a pie sin precedentes en Duroville para ver las condiciones de vida. En su informe, Larson elocuentemente resumió las realidades espinosas de los residentes de Duroville.

"No es ni cercanamente seguro ni saludable como quisiéramos que fuera; es, sin embargo, el hogar de una comunidad de personas que son pobres, sin educación, sin derechos, y, en muchos aspectos, explotados", escribió Larson en su informe.

"A pesar de estas desventajas, basados en la evidencia del juicio, estas mismas personas son una comunidad honesta, trabajadora, orgullosa, colorida y son una comunidad orientada hacia la familia…”

"Algunos son indocumentados, algunos son extranjeros residentes, y algunos son ciudadanos de Estados Unidos; esta complicada combinación de estatus sitúa a muchos de los habitantes del parque en la incongruente encrucijada de nuestra nación, respecto a las políticas agrícolas y de inmigración; por un lado argumentan que los trabajadores indocumentados carecen de
estatus legal, mientras que al mismo tiempo predican la eficiencia económica de una industria agrícola, a costa de su duro trabajo".



Versión al español  Ricardo Ariza y Gina Ancona.



Photos: José Omar Ornelas







lunes, 4 de marzo de 2013

OCUMICHO 2


Foto: José Omar Ornelas


OCUMICHO, MÉXICO. Los indios Purépechas llaman al desvencijado parque de casas rodantes al sur de California, Ocumicho II.

En Ocumicho, todo mundo conoce a alguien en Duroville, el parque indígena de casas móviles en mal estado, al que un juez federal amenazó con negarle servicios de salud y seguridad, el cual funciona con aguas residuales sin tratar a cielo abierto.

"El gobierno no nos ayuda", dice Amador Cruz Rosas, un residente de Ocumicho, que trabajó en los EE.UU., y quien tiene una hija en Duroville. "No había dinero. Un montón de gente va en busca de una vida allá, porque aquí no hay trabajo".